UNCHARTED: Campo de Hielo Norte - Cordón Aysén
El 23 fue un día intenso... comprar toda la comida en la mañana, viajar a Puerto Bertrand en la tarde y embolsar la comida en raciones diarias durante la noche. ©Natalia Martinez
Un nuevo ángel guardián nos salió al paso. Jonathan Leidich, uno de los terratenientes del valle del Soler, y que con su “Camioncito” nos fue a buscar junto con nuestras cargas para ir al muelle de Puerto Bertrand. ©Natalia Martinez
Cargando el bote, primero con el pasto para los animales y luego seguirían nuestras cargas. ©Natalia Martinez
Entre risas y anécdotas vamos remontando el lago Bertrand junto a Jonathan (izquierda) y Don Ramón Sierra (derecha), baqueano que lleva décadas viviendo en el valle del Soler. ©Camilo Rada
Al calor de la estufa conversando de nombres, lugares e historias con Jonathat, don Ramon y Don Luis Soto, otro lugareño. Poco a poco mejorando nuestro mapa e incorporando el conocimiento de los locales. ©Natalia Martinez
Una pareja de carpinteros (aquí la hembra) observan nuestra marcha valle adentro, rumbo al rancho de El Palomar. ©Camilo Rada
Una pareja de carpinteros (aquí el macho) observan nuestra marcha valle adentro, rumbo al rancho de El Palomar. ©Camilo Rada
¡Hora del almuerzo! Junto al fuego hacemos una pausa para comer y compartir unos mates. ©Camilo Rada
Natalia disfrutando un mate junto al fuego mientras nos divertíamos con las anécdotas de Jonathan. ©Camilo Rada
Camilo vadeando el río Claro, luchado contra un frío que parece penetrar hasta la médula misma de los huesos. ©Natalia Martinez
Los 26 kilómetros de marcha se pasaban rápidamente mientras disfrutábamos la belleza del sendero, lleno de hermosos rincones como estas cascadas que se arrastran por paredes de granito. ©Camilo Rada
Tras 26 km de marcha, finalmente llegamos al rancho del Palomar, una rústica construcción que con un fuego, un mate y buena conversa se transforma en el lugar más acogedor del mundo. ©Camilo Rada
Una noche estrellada en El Palomar, no parecía presagiar el diluvio del siguiente día. ©Camilo Rada
Tras cruzar el arroyo Romero, una parada para tomar té y reponer fuerzas para seguir porteando bajo la lluvia. ©Natalia Martinez
A pesar de la lluvia logramos dejar nuestro primer porteo en la morrena a pasos del glaciar Nef. ©Natalia Martinez
Remontando el valle del arroyo Romero, que proporciona un excelente acceso al glaciar Nef y con ello al Campo de Hielo Norte ©Camilo Rada
Las nubes de anteayer habían desaparecido dejando al descubiero las hermosas montañas que nos rodeaban. Aquí el cerro Arenales y un poco más adelante una montaña de bellas lineas pero sin nombre y muy probablemente sin ascensiones. ©Camilo Rada
Al adelgazarse el glaciar Nef, la laguna marginal crece y crece. Cuando Camilo pasó por acá 10 años atrás esta laguna no existía. ©Camilo Rada
Sumando el nuevo porteo al depósito. Atrás el glaciar Nef, y al fondo el paso por el que esperamos acceder al Campo de Hielo Norte. ©Natalia Martinez
Observando el glaciar y el paso que nos separan del Campo de Hielo Norte. Tratando de encontrar la solución al laberinto de grietas que nos espera. ©Natalia Martinez
Natalia cruzando el arroyo Romero, ahora mucho más facil que con la crecida del primer porteo tres días atrás. ©Camilo Rada
El siguiente paso: Cruzar el glaciar Nef y el paso Cachet, observamos con detención el terreno que nos espera. ©Camilo Rada
Moviendo finalmente todas nuestras cargas al glaciar Nef, desde donde continuaremos la marcha con trineos. ©Camilo Rada
La Luna y las estrellas nos acompañan en nuestro Campamento 1, ya sobre el glaciar Nef. ©Camilo Rada
Sorteando un río glaciar, que por estar cási congelado no supuso mayor obstáculo. Atrás los cerros Gargantua y Pantagruel se levantan como centinelas del hielo. ©Natalia Martinez
Una avalancha de seracs llena el valle con su estruendo. Atrás la característica torre de la punta Pantagruel. ©Camilo Rada
Cruzando el glaciar Nef. Aunque ondulado, el terreno aún nos deja avanzar con los trineos. ©Natalia Martinez
Natalia cruzando una de las cientos de grietas que se nos interponían durante nuestro avance por el glaciar Nef. ©Camilo Rada
Al llegar a la morrena central, no pudimos seguir avanzando con trineos y nos vimos forzados a volver a portear. Aquí, emprendemos el primer porteo desde nuestro Campamento 2 en la morrena central del glaciar Nef. ©Camilo Rada
Natalia pasando por uno de los muchos estrechos filos de hielo que conformaban el laberinto de grietas que nos separaba del paso Cachet. ©Camilo Rada
El avance era lento en un terreno que en pocos metros podía pasar de rocas a hielo, o a nieve honda. ©Natalia Martinez
Asegurando un depósito que pensamos era a prueba de todo. Amarrado a una gran roca, con una sonda para marcar la posición, y las coordenadas bien registradas en el GPS. Incluso pusimos una baliza electrónica que nos permitiría encontrarlo aunque quedara c
Las paredes de granito y cumbres sin nombre en los alrededores del cerro Largo se lucen con la suave y cálida luz del atardecer. ©Camilo Rada
¡Vamos que se puede! Natalia superando un escalón de hielo con las cargas del tercer y último porteo. ©Camilo Rada
Para lo que no estaba preparado nuestro depósito fue para la lluvia torrencial que tuvimos y que inundó todo. Y a pesar de las dobles y triples bolsas plásticas, muchas cosas se mojaron, incluyendo comida y toda la ropa más abrigada de Natalia, así que tu
¡Bienvenidos a Campo de Hielo Norte! Las grietas quedan atrás y la “Pampa de hielo” se extiende frente a nosotros. Con nada más ni nada menos que el Cordón Aysén como telón de fondo. ©Camilo Rada
El cerro al que llamábamos “Alfil” por su audaz silueta, sin duda una de las cumbres más atractivas del cordón Aysén. ©Camilo Rada
A falta de nombres estos son las cumbres a las que nos referíamos como A7, A8 y A9... está última pronto recibiría nuestra visita. ©Camilo Rada
Sin dida una de las cumbre más atractivas del cordón Aysén. En nuestra nomenclatura son las cumbres A3, A4 y A5, pero la expedición que a comienzos de este años trabajó en el glaciar Benito, del lado Oeste del cordón, lo llamaba muy apropiadamente cerro “
Tras las paredes de granito de un nunatak que se alza en medio del hielo, aparece a la distancia el cerro De Geer, muy probablemente el más alto del cordón Aysén. ©Natalia Martinez
Una de las cumbres vírgenes del cordón Aysén. A la que – a falte de nombre – nos referimos como “A1”. ©Camilo Rada
La formidable pared de granito de la cara Norte del inescalado cerro Nora Oeste (centro) y la mole del cerro Arenales (derecha). ©Camilo Rada
Natalia dejando atrás el paso Cachet. Desde donde el cerro homónimo luce su formidable cara Oeste. ©Camilo Rada
Nuestro campamento cuatro tras su primera noche. Donde tomamos un día de descanzo debido a las fuertes nevadas, viento y nula visibilidad. ©Natalia Martinez
Mientras la tormenta ruge afuera de nuestro muro, nosotros pasamos bastante bien el día entre picaditas, mate y buena conversación. ©Camilo Rada
El 8 de Agosto amaneció con nubes bajas pero que dejaban colarse los tímidos rayos de sol del amanecer. ©Camilo Rada
A poco de partir, las nubes bajaron y la visibilidad se fue a cero. Obligándonos a navegar a punta de GPS. ©Camilo Rada
Un gran tormenta estaba pronosticada para el día 8 de Agosto, así que el 7 nos levantamos tempranito a pesar de la nula visibilidad, para mejorar nuestro muro y preparar la carpa para la tormenta. ©Natalia Martinez
Pero durante la mañana, las nubes se empezaron a levantar y el primero en asomarse fue el majestuoso monte San Valentín. La cúspide de la Patagonia. ©Camilo Rada
Y un poco más tarde las nubes revelaron esta hermosa cumbre, ya era medio día, pero a pesar de eso nos lanzamos a intentar alcanzarla. ©Camilo Rada
Y así, poco después del medio día emprendimos la marcha en pos de esa hermosa cumbre vírgen. ©Camilo Rada
Siguiendo la tónica de la expedición, el buen tiempo no duró mucho y las nubes comenzaron a rodearnos nuevamente. Entre las nubes se ve la audaz silueta del cerro Alfil. ©Camilo Rada
Intentamos primero por una chimenea de roca y hielo que resulto ser imposible de proteger sin equipo de roca y estar bloqueada por carámbanos de nieve. Mientras tanto las nubes comenzaron a disiparse. ©Natalia Martinez
Con extrema alegría veíamos como retrocedían las nubes y detrás de ellas se rebelaban los gigantescos glaciares que bajan hacia el mar, el golfo de Penas, istmo de Ofqui y la laguna San Rafael. ©Camilo Rada
Con más visibilidad rodeamos el torreon encontrando una canaleta en el hongo de escarcha que nos permitió superar el primer resalte. ©Natalia Martinez
Teniendo la cumbre un hongo de hielo extraplomado. Acompañados suabes rayos del sol rodeamos el hongo encontrando un acceso expuesto pero más accesible en el extremo Este del Hongo. ©Camilo Rada
Hacia el Sur, desfilaban las audaces cumbres del cordón Aysén (A6 al centro y cerro Aguila a la izquierda). ©Camilo Rada
La magia se consolido al ser esta la noche de Luna llena de la expedición, la que en esos instantes se alzaba como envuelta en llamas tras el cerro Nora. ©Camilo Rada
Una tarde épica y mágica, un regalo de la Patagonia. Natalia festeja en la cumbre del cerro que pasaría a llamarse “Enroque”. ©Camilo Rada
¡¡Cumbre!! A sólo 2.500 metros pero sintiéndonos en la cima del mundo! Momentos que quedarán por toda la vida, indelebles, fuera del tiempo. ©Natalia Martinez
El broche de oro de un día extraordinario. Deslizándonos en una suave nieve bajo la luz de la Luna. Primeros seres humanos en estas laderas, solo con las estrellas como testigos. ©Camilo Rada
La alegría de la cumbre del cerro Enroque nos hacía por ahora inmunes a las burlas del cerro De Geer, que tras caer el sol se dejaba ver prístino y tentador. ©Camilo Rada
Al día siguiente (8 de Agosto), llego la tormenta como estaba pronosticado. Así que fuera de salir a palear un par de veces, nos quedamos descansando al abrigo de nuestro muro y procesando la hermosa experiencia del día anterior. ©Natalia Martinez
Nuestro menú de TODOS los días... ¡Pasta orientales! (a.k.a. Ramen o pastas tres minutos). ©Natalia Martinez
A la mañana siguiente las nubes parecían estar dando paso al Sol. Así que partimos temprano en busca del cerro De Geer. ©Camilo Rada
Sin embargo, las nubes poco a poco fueron ganando camino, más rápido de lo que nosotros ganábamos metros en la nieve fresca. ©Natalia Martinez
Y justo cuando teníamos que resolver varias pasadas entre grietas la visibilidad se perdió por completo. GAME OVER. ©Natalia Martinez
El regreso al campamento fue con nula visibilidad. Siguiendo el GPS pudimos ver la carpa cuando esta se encontraba a solo 80 metros de distancia. ©Natalia Martinez
Y nuevamente, como si gustara de la Luna más que el Sol, el cerro De Geer se despeja, como si burlándose de nosotros. ©Camilo Rada
Nuestro castillo de tela, un cálido rincón en la ciudad amurallada que nos separa de las gélidas noche invernales. ©Camilo Rada
Con las nubes abrazando el cerro De Geer y un gris pronóstico. Tomamos la difícil decisión de emprender la retirada. De lo contrario no tendríamos ninguna holgura con los tiempos para el regreso. ©Natalia Martinez
Una efímera línea de exactamente 7 kilómetros, es lo único que queda de nuestro paso por Campo de Hielo Norte. ©Camilo Rada
Al igual que lo veníamos experimentando, las nubes iban y venían. Y de pronto nos encontrabamos nuevamente navegando sin visibilidad. ©Natalia Martinez
Natalia a punto de iniciar el descenso por el paso Cachet, rodeada de la atmósfera mística que regalan las nubes. ©Natalia Martinez
Nuevamente volvemos a la rutina de los porteos y el laberinto de grietas que a estas alturas se nos ha vuelto tan familiar. ©Camilo Rada
Un amanecer de cuentos, nuevamente con la compañía de la Luna y los cerros Pantagruel, Gargantúa y Largo recortados contra un cielo azul cobalto. ©Camilo Rada
La extraordinaria pared de granito de la cara SE del cerro Gargantua... haciendo honor a su nombre de gigantes. ©Camilo Rada
Aprovechando una hermosa mañana de sol para secar las cosas mientras hacemos los últimos porteos hasta el punto donde reiniciaremos la marcha con trineos. ©Camilo Rada
Depósito de trineos desde donde iniciaremos la marcha para cruzar hasta el margen Este del glaciar Nef. ©Camilo Rada
En el último porteo sobre el glaciar Nef, despidiéndonos de las delicadas pero estéticas pasadas que nos abrieron paso en el laberinto de hielo. ©Camilo Rada
Ya con todo a cuestas avanzando por el glaciar Nef, ahora con menos nieve que a la ida así que los crampones salieron a la cancha desde un comienzo. ©Natalia Martinez
Un Dragón de la Patagonia (Andiperla willinki), chapoteaba feliz en una poza sobre el hielo alimentándose de ricas bacterias y algas microscópicas. ©Natalia Martinez
El día que comenzó con cielo azul cobalto, terminó en viento y nevadas. Siguiendo la tónica de inestabilidad que experimentamos durante toda la expedición. ©Camilo Rada
Despidiéndonos del glaciar Nef y agradeciendo que nos dejara entrar al Campo de Hielo! ©Natalia Martinez
¡Y vamos con los porteos nuevamente! Atrás nuestro nevado Campamento 7, en tierra firme. ©Camilo Rada
El sol poco a poco se habría paso entre las nubes y la nieve iba dando paso al verdor del bosque. ©Natalia Martinez
Disfrutando la alegría que se siente de ver verde y sentirse acogido por la vida tras pasar semanas en un mundo monocromático e inerte. ©Camilo Rada
El cansancio acumulado se siente, en especial con estas mochilas pesadísimas que condensan los tres porteos en dos. ¿35? ¿40 kg?. ©Camilo Rada
En el camino un zorrito nos encontró y nos siguió tal vez media hora hasta El Palomar. ©Camilo Rada
C'est fini!! Al fin en El Palomar, el fin de las mochilas pesadas para nosotros pero también el fin de la expedición. Felicidad por las comodidades que se nos vienen y añoranza de los maravillosos lugares que dejamos atrás. ©Natalia Martinez
Y como estaba pactado, llego Don Ramon con su pilcheros y silleros. El regreso lo haremos en cuatro patas. ©Camilo Rada
Tras una noche disfrutando la calidez de hogar de la casa de Doña Marta y Don Ramon, volvemos al bote para regresar a la civilización... y sus duchas de agua caliente, ensaladas y ¡carnes a la parrilla! ©Camilo Rada
Un momento más de la rutina para Don Ramón y Doña Marta, mientras nosotros nos seguimos fascinando con su forma de vida, su fuerza y su cariño por esta tierra. ©Camilo Rada